sábado, 16 de mayo de 2009

8ª de San Isidro en Madrid. Un triunfo sin sustancia

Publicado el 15.5.09
en www.detorosenlibertad.com
Por Domingo Delgado de la Cámara
Fotografías: ©Dolores de Lara

Después de cortar una oreja en cada toro, Sebastián Castella salió por la Puerta Grande. No piensen ustedes que sucedió nada extraordinario. Castella derrochó valor y buena voluntad pero, desde un punto de vista técnico, su actuación tuvo muchas sombras. Se premió el pundonor y nada más. Con un par de vueltas al ruedo hubiera bastado. La Puerta Grande fue un auténtico exceso.

Madrid. Plaza de Toros de las Ventas. Jueves 14 de Mayo de 2009. Soleado con algo de viento. Lleno. Seis toros de Garcigrande, desiguales de presencia. Muy mansos y descastados. Morante de la Puebla (de café y oro), silencio en los dos. Sebastián Castella (de lila y oro), oreja. Aviso y oreja. Alejandro Talavante (de verde y oro), aviso y silencio. Silencio. Curro Molina saludó tras poner dos pares de banderillas muy traseros al quinto de la tarde. El banderillero Rafael Cuesta fue herido por el cuarto de la tarde que le infirió una herida en el tercio superior del muslo derecho, con una trayectoria descendente de 25 centímetros, con destrozos en los músculos abductores.

El triunfo (relativo) de Sebastián Castella no tapa el fracaso sin paliativos de la ganadería de Garcigrande. Los garcigrandes son una garantía; pero una garantía de arruinar la tarde. Después de lidiar el peor encierro de los San Isidros de 2007 y de 2008, le han vuelto a traer. Y no se preocupen, que el año que viene habrá más. Comprendo que los toreros tengan preferencia por ciertas ganaderías, pero no me explico que pidan Garcigrande, dado lo mansa y descastada que está saliendo esta ganadería. Un horror. Sus dueños han debido pensar que lo único importante es la nobleza para que el torero se sienta a gusto. Pero cuando se desprecia el juego de las becerras en el caballo y no se busca la casta, el resultado final es este: la mansedumbre absoluta.

El lote de Morante fue asqueroso. Estuvo compuesto por dos bueyes de carreta sin bravura alguna. El cuarto, al salir rebotado feamente de un puyazo, hirió al banderillero Rafael Cuesta. Morante, a pesar de lo malos que eran sus toros, no se vino abajo y lo intentó con ahínco, sobre todo con el cuarto. Incluso hubo algún que otro muletazo sabroso. Está Morante en un buen momento y ahora es muy consciente de su responsabilidad como figura. A ver si en su próxima comparecencia le embiste algún toro.

Morante de la Puebla

Alejandro Talavante se encontró con un toro enano y cuellicorto - ¡qué desigual era la corrida! - que fue el colmo de la sosería. La cosa empezó medio bien y acabó en una marea de enganchones. El sexto, un toro muy serio, fue el que más opciones dio. Tan manso como sus hermanos, pero se dejó torear. Y Talavante no lo toreó. En ningún momento se decidió a quedarse quieto y ligar los muletazos. Simplemente anduvo por allí. Talavante parece creer que con las dos orejas de Sevilla ya ha justificado la temporada. Es conformista y cuando no le sale la tonta de la pandereta no sabe qué hacer. Los días en que no está en vena, que son la mayoría, es un torero triste que anda por el ruedo como una sombra.

Alejandro Talavante

Sebastián Castella se encontró en primer lugar con un torito pequeñín que no metía mal la cara, pero que muchas veces salía suelto hacia la querencia. En la faena hubo muletazos buenos, pero escaso mando, pues Castella no fue capaz de retener al toro en un lugar determinado. Esto indica poco mando, es obvio. Faena intermitente de momentos buenos (cuando el toro repetía), y otros de bajón (cuando el toro se iba). Desde el principio debería haber dejado al toro marchar a la querencia y allí emplearse a fondo con él. Una faena que empieza en los medios y acaba en tablas según va empujando el toro, demuestra evidentemente que quien ha mandado ha sido el toro. A pesar del poco mando, como hubo ligazón, limpieza y entusiasmo, tras una estocada trasera, le dieron una oreja. Oreja justita.

Sebastián Castella

En el quinto comenzó con unos estatuarios escalofriantes. El toro por el pitón izquierdo estuvo dos veces a punto de llevárselo por delante. Después hubo dos series templadas y ligadas por el pitón derecho. A partir de ahí, la faena se vino abajo. Castella se puso muy encima cuando el toro pedía sitio y llegaron los enganchones repetidos. Con la mano izquierda nunca cogió el aire al toro, más enganchones. Acabó con unas manoletinas ceñidas y propinó al toro una media estocada muy tendida y muy baja, claramente defectuosa. Se le otorgó una oreja totalmente injustificada: con esa mala estocada y teniendo en cuenta que la faena se había venido abajo, no puede concederse una oreja.


El banderillero Rafael Cuesta en el momento de la cogida

Castella se arrima mucho y el valor todo lo tapa, pero desde hace tiempo tengo la impresión de que ha tocado techo. Está tan empeñado en arrimarse que todo lo demás le da igual y no piensa delante de la cara de los toros. No evoluciona y es esencial en un maestro saber acoplarse a la embestida del toro y adaptarse a toda clase de embestidas. Estilísticamente tampoco es capaz de romper ese velo de frialdad que siempre le ha acompañado. Lo de Castella es echar órdagos a base de cojones. El valor permite a un hombre ser un torero cotizado, pero hubo un momento en que creí que Castella iba a ser un torero completo y mucho más importante de lo que va finalmente a ser.

Ayer confirmé definitivamente la decadencia del Siete. En otro tiempo hubieran armado la de San Quintín por esta Puerta Grande. Ayer se la comieron con patatas. Pero la dimisión del Siete va a hacer de la plaza de Madrid un coladero, porque no existen aficionados serios y solventes, sino gente que va de verbena. Se va a pasar de un amargo tribunal inquisitorial, que trataba muy cruelmente a los toreros, a una tómbola de luz y de color. Los aficionados conocedores que hicieron de Madrid una plaza seria, educada y exigente se murieron hace años. Ahora ya no hay nadie. Y esa presidencia: después de estar durante años negando orejas merecidísimas, ahora las suelta con cuatro pañuelos.
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Entonces ¿estuvo mal Castella? No, porque cuando un torero se arrima nunca está mal. Pero no hizo ninguna faena que justificara la Puerta Grande. Un par de vueltas al ruedo hubiera sido mejor. Se hace necesario exigir el corte de dos orejas a un mismo toro para salir por la Puerta Grande de Madrid.

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