viernes, 4 de mayo de 2012

MIS RELACIONES CON EL GENIO DEL HUMOR, ANTONIO MINGOTE

©Dolores de Lara Por Jesús Sevilla Lozano (médico)

El martes, día 3 de abril de 2012, como todos hemos conocido, falleció uno de los hombres, uno de los personajes más extraordinarios, más humanos y paradigmáticos que ha dado la España del siglo XX: Antonio Mingote.

Prácticamente, la mayoría de los medios de comunicación del país, se han hecho eco de este triste acontecimiento; y si bien, por su avanzada edad esperábamos el desenlace, no ha sido menor el dolor, la consternación y el pesar, particularmente, para los que le conocíamos y disfrutábamos de su amistad y sabiduría desde hace más de medio siglo.

En este corto editorial no pretendo, repetir la serie de elogios, alabanzas, lisonjas o, a veces, exageraciones y ditirambos que, con motivo de su desaparición, se han publicado y se siguen publicando. Me limitaré a relatar mis relaciones personales de amistad en el transcurso de un cuarto de siglo y, aunque los encuentros fueran espaciados en el tiempo, puedo asegurar que fueron intensos en cariño y afectividad.

Y centrándonos en estas relaciones con "el genio del humor" diré, en primer lugar que conocí a Mingote hace más de 25 años, cuando empecé a frecuentar las cenas de la famosa tertulia de “Julio Camba”, uno de los grupos artístico-literarios más veteranos y prestigiosos de Madrid, según afirman los conspicuos. Y, desde el primer día, me sorprendió, gratamente, su inteligencia, humanidad, sencillez, nobleza, honhomía, y hasta su elegancia física y psicológica; sin embargo, si he de aludir a algunos defectillos, apuntaré que lo consideré algo reservado, un tanto tímido, hasta que tomaba confianza; y, quizá, con menos "chispa" al hablar que cuando se prodigaba en sus viñetas del ABC. No era "gracioso" -decían algunos-, pero si un grandísimo humorista gráfico que siempre provocaba la reflexión, la sonrisa y, a veces, la risa estentórea; y, especialmente, en los temas de la más rabiosa actualidad social o política.

La realidad, es que era un genio deslumbrante, trascendente, único, aunque de una humildad y sencillez asombrosa; y, con toda justicia, un académico de la Lengua.

Desde el primer día que nos conocimos hubo empatía o “filling”entre ambos, probablemente, por mi condición de médico-escritor y periodista; y, también, sin duda, por el hecho de que era compañero, en el Hospital Gregorio Marañón, de su hijo Carlos, aunque él trabajara en otro departamento de la Jefatura de Personal de ese gran Centro sanitario, y con el que mantenía una buena amistad.

Pasaron los años y un día, al final de la Tertulia de Camba, me decidí a pedirle una entrevista personal para el periódico LAS TABLAS DE DAIMIEL que dirijo. Me sorprendió su complaciente respuesta, pues con mucho afecto, me dijo: "Sí, hombre, cuando quieras te recibo en mi casa -y mirando su agenda, añadió-, mañana no puedo, pero sí pasado; y si te viene bien, a partir de las seis de la tarde, en mi piso de la calle Samaria 10.

La acogida en su domicilio y la entrevista que mantuvimos el día 25- 10 -1995 y publicada en el mes siguiente y que reproducimos hoy en la página.... de este número, fue realmente muy agradable, sincera, talentosa, realista, tanto por sus respuestas como por sus comentarios; aunque lo mejor fue que, al final, y sobre la marcha, me hizo un dibujo-viñeta aludiendo al grave problema de sequía o, de la falta de agua, en el Parque de Las Tablas de Daimiel, y para que lo pudiera insertar en la primera plana de nuestro rotativo (ver dibujo pág..). Aquella misma tarde, agradecido, le correspondí regalándole uno de mis libros y, también, el último cuento de humor que acababa de escribir.

Mi gran sorpresa es que, cuando el día siguiente fui a recoger el dibujo para nuestra publicación, me obsequió con otro relativo al cuento que le regalé el día anterior; es decir, una nueva viñeta sobre el relato de humor que le había entregado y que titulé: "La estatua al ciudadano desconocido". Gran detalle, valioso regalo o dádiva de Don Antonio, ese hombre siempre noble, generoso y amigo de sus amigos.

Tras aquel doble gesto amigable, unos meses después, al final de una cena en la Tertulia de Julio Camba y, tratando de corresponder a tanta generosidad, lo invité a visitar Daimiel mi pueblo de nacimiento; pero rehusó, elegantemente, alegando que se encontraba ya viejo y con limitadas condiciones físicas y psicológicas para hacer un viaje largo y en un día que le podría provocar demasiado esfuerzo y cansancio.

Otro día le regalé los originales de mis siete cuentos de humor y que, meses más tarde, incluiría en mi libro "Relatos insólitos e historietas carpetovetónicas"; y, una vez más, tuvo la gentileza de hacerme otra viñeta, aunque, en esta ocasión, destinado a mi persona; es decir, una caricatura dedicada, con mi nombre, aludiendo a mi condición de “defensor del Parque de Las Tablas” y en la que, metido medio cuerpo en uno de sus encharcamientos, simulaba dar de comer a los patos. ¡Fue realmente bonito y emotivo! Debo destacar que, en algunos de estos trámites -para no molestarle acudiendo a su casa-, me facilitó este segundo dibujo su hijo y compañero de hospital, Carlos.

Abrumado por tantas muestras de amistad y magnanimidad, mi mayor placer fue poder dedicarle mi penúltimo libro "Relatos insólitos e historietas carpetovetónicas”; y en el que en la primera página destaqué la siguiente Dedicatoria: "Al académico de la Lengua, Antonio Mingote, el más genial dibujante de humor de España".

Otro día, en dicha Tertulia tuve placer que D. Antonio escuchara la lectura de mi sainete de humor "Diálogos entre Rocinante y Ruciopanza“; y al final recibí su cordial felicitación. Nueva satisfacción de una persona tan inteligente, cordial y amable.

Añadiré que desde que nos conocimos e hicimos amistad, con su autorización hemos venido publicando en nuestro periódico LAS TABLAS un chiste seleccionado de los 30 que cada mes aparecen en el diario ABC. Por todo ello, creo haber expresado fielmente mis relaciones personales en aquellos días que tuve el gran placer de tratarlo. En consecuencia, el agradecimiento mío, y del periódico que dirijo, por su generosidad.

En resumen, debo decir que personalmente he sentido mucho su muerte, porque un hombre tan excepcional como Mingote se encuentran pocos a lo largo de una vida; y si bien nuestra amistad, por las circunstancias, sólo alcanzara un nivel de tipo medio, siempre me sorprendieron su exquisitez en el trato humano para cualquier persona, su bondad, su afabilidad, y su tendencia a complacer en todo lo que le fuera posible.

A Isabel, a su hijo, al amigo Carlos, a sus nietos y demás familiares, le damos nuestro más sentido pésame, en nombre de todo el equipo de nuestra publicación.

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